====== Bouvines ======
* [[Batallas de la Edad Media]]
¿Sabéis ese dicho de «de aquellos polvos, estos lodos»? Pues bien, para la historia de la Edad Media, la batalla de Bouvines son «aquellos polvos».
Corría el verano del año 1214, y en Inglaterra reinaba Juan I, conocido popularmente como «Juan sin Tierra» y tachado de malvado por la tradición popular como instigador del cautiverio de su hermano, el cruzado Ricardo Corazón de León. Si bien es cierto que Juan hizo todo lo posible por mantener a su hermano a buen recaudo, no es menos cierto que con él se limitó el poder de los reyes mediante la promulgación de la Carta Magna, un tímido paso en la dirección de las monarquías parlamentarias.
Por aquellos años, el rey de Inglaterra poseía una gran parte del occidente francés: unos territorios conocidos como el Imperio Angevino. Como señor feudal de aquellos territorios (heredados de su madre Leonor de Aquitania) Juan debía vasallaje al rey de Francia, lo que le colocaba en una posición bastante incómoda. Los territorios ingleses del continente eran esenciales para la subsistencia económica de Inglaterra.
Pero al mismo tiempo, el rey de Francia, Felipe II Augusto, trataba por todos los medios de consolidar su dominio sobre el país, y para ello debía meter en cintura a sus díscolos vasallos feudales, de entre los cuales el más peligroso era sin duda el rey de Inglaterra. Como forma de presionarlo para romper aquel delicado e incómodo equilibrio, Felipe Augusto citó al monarca inglés para ser juzgado por un asunto nímio. Al no comparecer Juan, el rey de Francia le declaró en felonía contra su señor, y por lo tanto decretó la confiscación de sus territorios en Francia. De un plumazo, y nunca mejor dicho, Felipe II arrebató a los ingleses el control de un importante porcentaje de Francia.
Algunos otros señores feudales vasallos del rey de Francia como el conde de Flandes se negaron a reconocer la supremacía de Felipe Augusto, y buscaron una coalición que derrotara al rey francés y consiguiera mantener sus privilegios. A Felipe no le faltaban enemigos: por una parte, el acoso contra los ingleses le estaba costando el dinero a Flandes y a Boulogne, y por otra parte, el apoyo prestado por Felipe al pretendiente a la corona imperial Federico Hohenstaufen había sentado muy mal al emperador Otón IV de Brunswick, enemigo declarado del primero.
Entre todos ellos montaron un ejército de más de 25.000 hombres, divididos en dos cuerpos cuyo plan era atrapar al rey de Francia en una pinza. Por el sudoeste entrarían las tropas inglesas de Juan sin Tierra, que avanzarían hacia el norte buscando entrar en París, mientras por el noreste las tropas imperiales y flamencas enfrentaban al ejército francés. Felipe, sin embargo, no se iba a amilanar ante la amenaza, y también dividió su ejército, enviando a su hijo Luis (el futuro Luis VIII, el León) a enfrentarse al avance inglés mientras él se las veía con el Emperador. Luis cumplió su cometido e infligió una importante derrota a los ingleses el 2 de julio de 1214. El 27 de aquel mismo mes, en la batalla de Bouvines, las fuerzas francesas dieron buena cuenta del ejército imperial, derrotando al emperador Otón IV.
Esta batalla podría haber sido como cualquier otra: salvaje, sangrienta e intrascendente, de no ser porque sí que tuvo su trascendencia. Para empezar, Otón IV tuvo que huir del campo de batalla, vergonzosamente derrotado y con su prestigio por los suelos. Al año siguiente sería depuesto, y Federico II Hohenstaufen ocuparía su puesto, convirtiéndose en el centro de la política europea de esa mitad del siglo. Por otro lado, Inglaterra perdió prácticamente todos sus territorios franceses, conservando sólo la Aquitania. La pérdida de estos territorios significó el enfrentamiento de Juan con sus nobles, que veían perdidos una importante parte de sus ingresos, unos enfrentamientos que se saldaron con la concesión de la Carta Magna en 1215 y el debilitamiento del poder real.
Para Francia esta batalla significó la afirmación de la identidad nacional francesa (muchos franceses acudieron a la lucha incluso sin estar obligados por los lazos feudales de vasallaje). También significó el inicio de una época de esplendor que los siguientes monarcas afianzarían, colocando a Francia como primera potencia europea del siglo XIII.
Pero como dijimos al principio: «de aquellos polvos, estos lodos». Años más tarde, la pérdida de los territorios en Francia, sumados al anhelo inglés por recuperar su influencia en Europa y las pretensiones al trono de un joven monarca desencadenarían la catastrófica Guerra de los Cien Años, que sumiría a Europa en el caos y en la miseria.
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