====== Fontenoy ====== * [[Batallas de la Edad Media]] Antes de detenernos en esta poco conocida batalla, demos una vuelta por el convulso mundo de mediados del siglo IX: En Oriente, Bizancio se enfrentaba al empuje musulmán por el este, mientras en el interior se vivían tiempos revueltos debido a las querellas religiosas entre iconoclastas e iconodulas, en las que los emperadores siempre tomaron partido por uno u otro bando. En Gran Bretaña, los pueblos anglos, sajones y jutos que habían ocupado la isla durante el siglo V y formado la llamada Heptarquía se iban agrupando a sangre y espada en el embrión de lo que sería el reino de Inglaterra. Al mismo tiempo, aumentaban las incursiones vikingas, a las que los caudillos anglosajones tendrían que hacer frente. En España, al-Ándalus era ya una realidad consolidada, y los cristianos habían quedado relegados a las zonas montañosas del norte peninsular. Abderramán I, el único superviviente de la matanza de los Omeya, había llegado a mediados del pasado siglo y establecido en al-Ándalus un emirato independiente de los abasíes de Bagdad. Pero en Francia había surgido un reino nuevo y poderoso; un imperio que durante medio siglo consiguió unificar vastas extensiones de terreno bajo un solo gobierno. Descendiente de los mayordomos de Palacio que ostentaban el poder real en los diferentes reinos merovingios, Carlomagno unificó Austrasia y Neustria; mantuvo a raya a los musulmanes, conquistando unos territorios en la Península Ibérica que serían el germen de la actual Cataluña; venció y conquisto al reino lombardo del norte de Italia, que amenazaba la seguridad del Papa de Roma y sus dominios territoriales; se enfrentó a los irreductibles sajones en el este, domeñándolos y convirtiéndolos al catolicismo… Incluso se permitió atacar a los ávaros, que tantos problemas habían dado al Imperio bizantino durante el siglo anterior. Al terminar el siglo VIII, Carlomagno era coronado Emperador romano por el Papa de Roma, considerando éste que el antiguo Imperio había sido restaurado en Occidente. Aunque en Constantinopla no se aceptaba la presencia de otro emperador, y mucho menos de origen bárbaro como Carlomagno, no podía negarse que el poder en Occidente estaba por completo en sus manos. Carlomagno obtuvo su Imperio por la espada, y hubo de mantenerlo por la espada durante todo su reinado. Sin embargo, creó una burocracia muy eficiente a la hora de manejar de forma eficaz tan amplio territorio, con un funcionariado muy jerarquizado en un organigrama donde él era la cúspide, y donde unos funcionarios vigilaban a otros para impedir los excesos y el desgobierno en los distintos territorios bajo su control. A la muerte de Carlomagno en 814, el Imperio pasó a manos de su hijo Ludovico, conocido como Ludovico Pío o Luis el Piadoso. Carlomagno le entregó un Imperio que comprendía las actuales Francia y gran parte de Alemania, además del reino de Italia, que estaba gobernado por su sobrino Bernardo aunque bajo el control Imperial. Ludovico Pío era un personaje aficionado al mundo eclesiástico, afición por la cual obtuvo su sobrenombre. Sin la fuerte mano del fundador del Imperio, éste entró en franca decadencia, con crecientes problemas fronterizos y constantes intrigas y guerras civiles entre el Emperador y sus propios hijos, deseosos de hacerse con su propio trozo del pastel imperial. Los hijos de Ludovico llegaron incluso a deponer al Emperador durante un tiempo en el transcurso de estas guerras. Cuando Ludovico murió en 840, las ambiciones de sus herederos eran ya irreconciliables. El Imperio se dividió de Occidente a Oriente entre los hijos de Ludovico de la siguiente forma: Pipino II, hijo de Pipino I (fallecido en 838) y nieto de Ludovico, heredó el ducado de Aquitania; Carlos el Calvo heredó la Francia occidental; Lotario heredó la Francia media y el título de Emperador, y Luis el Germánico heredó la parte oriental del Imperio, situada en la actual Alemania. Aunque Pipino, Carlos y Luis estaban sometidos a la autoridad imperial, en la práctica eran reyes de reinos independientes. Lotario trató de hacer efectivo este control, sometiendo a sus hermanos a su autoridad, pero la disgregación del Imperio era ya inevitable. Carlos el Calvo y Luis el Germánico se declararon en rebeldía y reunieron un ejército que se enfrentó a las tropas de Lotario el 25 de junio de 841 en la localidad francesa de Fontenoy-en-Puisaye. A pesar del apoyo del duque Pipino de Aquitania, el Emperador fue vencido en esta batalla por sus hermanos y hubo de aceptar en un tratado posterior la división y el fin del Imperio carolingio. La batalla de Fontenoy-en-Puisaye no está considerada como muy importante, pero supuso la constatación de que los tiempos del Imperio franco y del sueño de una Europa unida bajo un mismo gobierno habían terminado. Los reinos que surgieron de esta división serían la semilla de la futura composición política de Europa durante el resto de la Edad Media. Aunque el título de Emperador siguió pasando de unas manos a otras, su importancia política fue decayendo y jamás volvió a tener la trascendencia de los tiempos de Carlomagno o de Ludovico. En el siglo X, tras varios años de interregno, el título imperial pasaría a manos germánicas, con la creación del Sacro Imperio Romano Germánico, pero eso ya es otra historia. {{tag> batallas_de_la_edad_media 841 Imperio_Carolingio Francia}}