====== Guadalete ====== * [[Batallas de la Edad Media]] A principios del siglo VIII, el poder musulmán que emanaba del califato Omeya de Damasco se extendía desde las orillas del río Indo hasta las costas atlánticas de África. Se trataba de una fuerza irresistible, unida por una fe inquebrantable, que únicamente se había estrellado al toparse con los inexpugnables muros de Constantinopla. De no haberse encontrado allí el aún fuerte y rico Imperio bizantino impidiendo la expansión árabe hacia una Europa occidental descompuesta y en estado de barbarie, puede que hoy todos habláramos árabe en Europa. A miles de kilómetros de Damasco, en el reino visigodo de Hispania, estaban produciéndose unos sucesos que iban a cambiar para siempre nuestra historia. El reino visigodo estaba en franca decadencia, enfrentado a las seculares luchas intestinas entre sus nobles y a la desafección de la población civil, harta de las guerras civiles y de las hambrunas recurrentes. La última de estas guerras civiles enfrentaba al rey Rodrigo con los hijos del fallecido rey Witiza, presumiblemente asesinado por el primero. Es un hecho notable que muchos de los reyes godos tuvieron un final bastante violento, y la nobleza visigoda tenía la sana intención de continuar su macabra tradición de acabar con los reinados incómodos por las bravas. En esas estaban cuando los hijos del rey Witiza pidieron ayuda en su lucha contra Rodrigo al gobernador árabe del norte de África Musa ibn Nusair. en principio se trataba de enviar ayuda militar para deponer a Rodrigo, pero Musa pensó que podría sacar mucho más provecho de las disputas visigodas. El gobernador Musa encargó a su lugarteniente Táriq ibn Ziyad una campaña en Hispania, y éste a su vez ordenó a su comandante Tarif Abu Zara que encabezara una fuerza expedicionaria. En 710, los árabes ponían por primera vez los pies sobre la Península Ibérica cerca de la localidad de Tarifa, que aún lleva el nombre del famoso comandante árabe. Tras un reconocimiento del terreno, Tarif constató que la resistencia era escasa o nula, y que las condiciones eran inmejorables para enviar a una fuerza mayor; una verdadera fuerza de conquista. Al año siguiente, entre siete mil y nueve mil soldados musulmanes (la mayoría de ellos tropas bereberes al mando de líderes árabes) desembarcaron en el peñón de Gibraltar (cuyo nombre deriva del caudillo Tariq, y significa «montaña de Tariq»). La invasión pilló al rey Rodrigo con el carrito de los helados, luchando en el norte contra los siempre díscolos vascones. Las primeras noticias de la invasión tardaron semanas en llegar. Para cuando pudo reunir un ejército de unos 40.000 hombres en Córdoba, los árabes ya habían establecido su cabeza de playa, y el número de tropas invasoras aumentaba a diario. Ambos ejércitos se encontraron a mediados de julio del año 711 cerca del río Guadalete, en la actual provincia de Cádiz. Consumando su traición, los hijos de Witiza, cuyas tropas protegían los flancos visigodos, se retiraron en medio de la batalla, dejando desprotegido al ejército de Rodrigo ante las cargas de la legendaria y temible caballería ligera árabe. En poco tiempo, las únicas fuerzas que el reino visigodo podía oponer al avance musulmán fueron totalmente destruidas, y el rey Rodrigo desapareció, presumiblemente arrastrado por las aguas del Guadalete.
…ya me come, ya me come, por do más pecado había.
La literatura épica de los siglos posteriores reflejaron a un Rodrigo vicioso y prepotente, cuyos gravísimos pecados propiciaron la destrucción de su reino y de la cristiandad en España. Poco o nada se critica la traición de los hijos de Witiza, que contribuyeron decisivamente a tan clamorosa derrota. De hecho, Agila y sus hermanos heredaron los restos del reino, que rápidamente iban siendo consumidos por el avance árabe, a pesar de las ridículas demandas visigodas de legitimidad ante los invasores. Los árabes habían venido para quedarse, y los visigodos y sus disputas no eran más que un residuo del pasado. La batalla de Guadalete cambió para siempre la historia, no sólo de España, sino de Europa. ¿Qué hubiera pasado de haber conseguido el reino visigodo detener el avance musulmán? ¿Hubiera resistido la monarquía visigoda en un país empobrecido y con constantes luchas por el poder entre su nobleza? Es difícil aventurarlo, pero gracias a la derrota visigoda en Guadalete, unos años más tarde, en 732, el avance árabe llegó a tierras francesas, donde Carlos Martel, mayordomo de palacio del reino merovingio de Austrasia, consiguió derrotarles en la batalla de Poitiers, ganándose con ello la reputación de defensor de la cristiandad, y el apoyo político suficiente como para elevar a su descendencia al trono de una Francia unificada y plantar la semilla del futuro Imperio carolingio. A España le aguardaba un destino bien distinto: integrada dentro del califato Omeya de Damasco, al-Ándalus se convirtió en una provincia más de uno de los imperios más extensos de la historia, y tras el asesinato de los Omeya a manos de los Abbasíes y la fuga de Abderramán I a al-Andalus, pasó a ser uno de los primeros reinos en independizarse del Califato Abasí de Bagdad. Al-Andalus compitió de hecho con Bagdad en progreso y cultura, convirtiéndose su capital, Córdoba, en un referente para el mundo musulmán que incluso hoy en día sigue siendo rememorado con nostalgia.
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