====== Tausend Kronen ======
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27/01/2025
Desmontar toda una casa siempre es una tarea entre interesante y triste. Interesante porque se encuentran muchas cosas, antiguas, curiosas, extrañas o simplemente inútiles. Triste porque estás desmontando el lugar donde vivieron no una, sino varias, al menos cuatro, generaciones de personas que fueron dejando su impronta en utensilios, muebles, retratos, viejos papeles o, como en este caso, en un antiguo billete que ya nadie sabe de quién era, cuál fue su recorrido hasta llegar a aquel cajón o por qué extraño motivo acabó allí.
[{{ :1738007503273.jpg?400 |Anverso del billete de mil coronas austrohúngaras de 1902}}]
Y la verdad es que, aparte de poder asegurar que ese billete podría llevar allí guardado más de un siglo, poco más puedo decir sobre su extraño periplo. Sin embargo, sí que puedo contar algunas cosas sobre el billete en sí.
El billete de mil coronas del Imperio Austro-Húngaro emitido en 1902 se mantuvo en circulación hasta 1921, cuando ya el Imperio había desaparecido, desintegrado tras su derrota en la Primera Guerra Mundial. Pero en el momento de su emisión, con el Imperio en todo su apogeo, hubo que imprimir el valor de la moneda en ocho lenguas diferentes: checo, polaco, rumano, esloveno, eslovaco, serbocroata, ucraniano e italiano. Seguramente era la amalgama cultural más diversa que se haya dado en Europa desde los tiempos del Imperio Romano.
[{{ :1738007503262.jpg?400 |Reverso del mismo billete}}]
No soy numismático, ni pretendo pasar por uno, de manera que poco más voy a contar sobre el billete en sí, que tiene un precio en el mercado del coleccionismo que varía mucho en función del estado del mismo, entre los dos y los cien euros. No es mi intención deshacerme de él, ya que realmente ocupa poco espacio y me parece un artículo de lo más interesante y evocador. Cuando otros tengan que desmontar mi casa ya se apañarán con él como mejor puedan.
Pero yo voy a aprovechar la ocasión para contar algo sobre la época en la que se emitió este billete: una época en la que aún existían la Rusia de los zares, la Prusia del Imperio Alemán del Kaiser Guillermo I y el Imperio Otomano de la Sublime Puerta.
En el año 1902, Lawrence de Arabia todavía estudiaba secundaria en la Oxford City High School; Winston Churchill sólo era un miembro recién llegado a la Cámara de los Comunes; se fundó el Real Madrid y se celebró el primer «clásico», en el que el Barça ganó por 3-1. Aquél fue también el año en el que finalizó el genocidio filipino perpetrado por los Estados Unidos de América, con un saldo final de más de un millón de filipinos asesinados por los yankis.
También en ese año se declaró la mayoría de edad de Alfonso XIII, terminando la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, de origen precisamente austrohúngaro. Empezaba el reinado de este gran aficionado al cine casero que por avatares del destino acabaría sus días en el destierro, como otros tantos borbones.
Fue el año en que explotó el volcán del monte Pelée, matando a más de 30.000 personas en la isla de Martinica. Poco después, en verano, un agricultor descubría las ruinas de Machu-Picchu, más o menos al mismo tiempo que empezaba a construirse el buque transatlántico Carpathia, que en 1911 sería el salvador de los supervivientes del Titánic.
Por entonces, Marie Curie y su esposo Pierre investigaban las propiedades radiactivas del Radio, investigación por la que ganarían al año siguiente el premio Nobel de física (el primero de Marie).
En 1902 se estrenó la película «Viaje a la Luna» de Georges Méliès; Blasco Ibáñez publicó «Cañas y Barro», y Conan Doyle, «El perro de Baskerville». Nacieron José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei; Charles Lindbergh, que luego sería el primer aviador en cruzar en solitario el Atlántico (y un conocido filonazi, ya que estamos); los poetas Luis Cernuda y Nicolás Guillén y el actor Paco Martínez Soria.
Y ya está. Todos estos datos los he ido sacando de las efemérides de Wikipedia, que para eso están. Este billete no es un simple papel; es el testigo mudo de la época en la que fue creado, pasó por manos hace mucho tiempo desaparecidas con inquietudes, problemas y esperanzas desconocidas, pero que seguro que no diferían en mucho de las nuestras, y acabó en un cajón de una casa sevillana para que 123 años después yo pudiera escribir esta cosa.
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