Pues ahora nos vamos de Twitter

20/01/2025

Vivimos tiempos extraños, eso hay que reconocerlo. Las redes sociales forman parte de nuestras vidas, de nuestra forma de informarnos y de cómo nos comunicamos con los demás. No sé si todo eso será para mejor o para peor, pero las cosas son como son: las redes sociales están ahí y nosotros estamos dentro.

Pero claro, llegamos al problema fundamental en toda sociedad capitalista: los medios de producción acaban en manos de una oligarquía que detenta el poder, y las redes sociales no son más que eso, un medio de producción, una empresa, una fábrica donde los usuarios terminan siendo obreros gratuitos, los que proporcionan el contenido y absorben la publicidad. Es un acuerdo tácito que firmamos hace ya muchos años, según el cual nosotros nos quedábamos sin intimidad y sin derechos dentro de estas redes y a cambio podíamos departir con otros usuarios, discutir con ellos o intentar hacernos los interesantes, con resultados dispares.

Pero que nadie se confunda: nuestras cuentas en las redes sociales no son nuestras; nuestro contenido no es nuestro, como no lo son nuestras fotos, dibujos, diseños, etc. Todo lo hemos cedido de forma gratuita en virtud de esa «letra pequeña» que nadie lee cuando acepta los términos de uso de las redes. Con el tiempo, los propietarios de estas redes sociales se han hecho con un archivo inmenso de datos personales, fotografías de cada uno de nosotros, localizaciones, ideologías, empleos, círculos sociales… de todo. Con ello están alimentando a sus inteligencias artificiales para quién sabe qué oscuros propósitos. Oí hace algún tiempo en un documental a un espía decir que en la actualidad ya no hacía falta hacerle un seguimiento a la gente, porque era la misma gente la que proporcionaba todos sus datos con una despreocupación total.

Y ahora resulta que los propietarios de estas redes, unos cuantos megamillonarios (por llamarles de alguna forma, porque ya no sé cómo definir la ingente acumulación de riqueza que estos tipos ostentan), han resultado ser, ¡oh, sorpresa! una panda de radicales de ultraderecha, una camarilla de nazis al servicio de sus propios intereses y de los intereses de lo peor que pueda dar la plutocracia y la gerontocracia capitalista, empeñados en hacer del mundo un infierno distópico más allá de lo que cualquier guionista de películas de desastres haya podido imaginar nunca.

Han sido algunos años de tira y afloja, de una encrucijada donde por un lado estaban la libertad, la dignidad y la privacidad personales y por el otro el número de seguidores, el «casito» y que te rían las gracias, aunque para ello tuvieras que soportar un bombardeo constante de basura nazi, pero claro ¿quién cierra una cuenta de Twitter1 con veinte, treinta o doscientos mil seguidores? Y en el caso de empresas, medios de comunicación e instituciones tanto públicas como privadas, es un tema que no se han planteado hasta hace sólo unos cuantos días, las que se lo han planteado, porque muchas siguen allí como si nada, incluyendo instituciones estatales de multitud de países.

Aunque llega el momento en que el barco hace aguas por todas partes: el megamillonario propietario de Twitter aparece haciendo el saludo nazi en la inauguración del presidente nazi de los EEUU, el resto de megamillonarios de las otras redes hacen cola para besar su blanco culo nazi, y hasta los más recalcitrantes, aquellos que no tuvieron reparos en hacer el ridículo hace sólo unos meses diciendo que pensaban dar la «batalla por la libertad» dentro de las redes propietarias, se dan cuenta de que la situación es insostenible, que esto ya no tiene arreglo, y que están haciendo el canelo todavía más si cabe permaneciendo en esa cloaca que a nadie importa y que se ha convertido en una caja de resonancia para el discurso nazi. Llega ese momento en que te levantas por la mañana planteándote si merece la pena soportar otro día más el bombardeo ideológico que estas redes imponen a sus usuarios.

Y aquí estamos, observando las presentaciones en Mastodon de gente que acaba de llegar de Twitter como si esta misma mañana se hubieran dado cuenta de lo mierdosa que se ha vuelto la cloaca de Elon Musk, como si esa situación no llevara ya años prolongándose, incluso antes de la llegada del millonetis hijo del apartheid sudafricano.

En fin, ¿qué queréis que os diga? Bienvenidos y pasadlo bien la semana que vais a andar por aquí antes de desaparecer buscando casito en los algoritmos de Bluesky, Meta o cualquier otra red social propietaria, que siempre serán más seguras que esa jaula de grillos que es el Fediverso.2


1 Me niego a llamar «X» a Twitter, porque en mi opinión es un nombre absurdo y un insulto a la inteligencia, así que seguiré llamando «Twitter» a Twitter.
2 Nótese la ironía, porfa.