20/01/2025

Hoy es, oficialmente, «el día más triste del año». Lo dicen las efemérides de los calendarios, lo aseguran los periódicos, lo certifican los saldos de las cuentas corrientes, saqueadas por los gastos de las pasadas fiestas y por las subidas de precio tradicionales de cada enero. Y todo ello desde que a cierto matemático le dio por sacarse una fórmula del bolsillo, una especie de predicción psicohistórica al más puro estilo de Hari Seldon según la cual hoy se producía la conjunción de una serie de factores para que la gente estuviera especialmente triste.

Y seguramente será verdad. En los tiempos que corren, pocas alegrías podemos permitirnos, al menos como sociedad, aunque individualmente cada uno haga lo que buenamente pueda por darse alguna satisfacción. Hoy, por ejemplo, jura el cargo el flamante decrépito nuevo antiguo presidente de los EEUU, con la promesa de más negacionismo climático, más pseudociencia, más desregulación y más «libertad», entendida en el peor de los sentidos posibles.

Hoy el mundo observa con preocupación un futuro que se presenta incierto, mientras el pueblo palestino empieza a llorar a sus miles de muertos sin la amenaza inminente de ser asesinados por las bombas sionistas, sin muchas esperanzas de un paz duradera. Hoy continúa la guerra en Ucrania mientras los líderes de los países contendientes todavía consideran que pueden sacrificar a más y más jóvenes. Tampoco se ven muchas esperanzas de una solución a corto plazo.

Pero por otra parte, hay que abstraerse un poco de ese panorama tan poco alentador, y centrarse en la realidad cotidiana que nos rodea, en nuestras propias y pequeñas vidas y en las alegrías o tristezas que nos atañen de una forma personal: en la salud de los nuestros, en lo bien o mal que llevemos nuestros empleos (o la falta de ellos), y pensar por nosotros mismos si realmente hoy es el día más triste del año o no, y no porque nos lo diga un calendario elaborado por vete tú a saber quién.

Y aunque esté lloviendo y el día amanezca bastante gris, habrá que hacer un esfuerzo y pensar en cumplir alguno de nuestros sueños, de esos sueños pequeñitos que puedan cumplirse, porque como siempre digo, los sueños pequeños son los que pueden proporcionarnos alegrías, mientras los grandes sueños generalmente sólo nos causan frustraciones.

Tened sueños pequeños e intentad ser felices en la medida de lo posible.